Al levantar la cabeza la vi al otro lado de la cinta roja. Me volví de nuevo hacia mi obra y se la señalé con el dedo para que se sintiese orgullosa.
No supe interpretar el gesto en su rostro: las cejas levantadas y los ojos bien abiertos.
En ese momento desde el altavoz se empezaron a oír los premios.
Primero, segundo, tercero...así hasta nueve. El mio era el siguiente.
El hombre de la gorra roja nos repartió una a una las botellas. La sujete en la mano agradeciendo su frescura, me sacudí las rodillas y atravesé al otro lado de la cinta.
- No pasa nada, me dijo. Al fin y al cabo en un castillo de arena nunca iba a vivir una princesa, y mira por dónde tu ya has conseguido lo prometido.
Me rozó el pelo con una mano y sonrió.
- Venga, dale un buen trago a esa coca cola.
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