Dos bailarinas en primer plano no llegan a alcanzarse con las manos, el artista ha creado entre ellas un vacío que genera una tensión rítmica en todas las danzantes forzándolas a girar.
Es difícil encontrar un cuadro que exprese mejor la dicha de vivir.
Da la sensación de que al espectador le bastaría con agarrarse a esas manos libres aún para ensanchar el círculo y sumarse al baile. Ese vacío está formado por los momentos felices de la vida: la playa de la niñez llena de gritos...
... Basta con desnudar la memoria y aceptar como un don de los dioses la belleza que un día te fue regalada sin más, para que esas muchachas de Matisse te admitan con gusto en la danza.
El pintor Miguel Angel también conocía la carga magnética que tiene el vacío, por eso en lugar de unir los dedos de Adán y de Jehová en el techo de la Capilla Sixtina dejó sus yemas a punto de entrar en contacto, vibrando en el aire, sin llegar a rozarse.
El vacío que existe entre esos dos dedos, de pronto, causó una detonación y su onda explosiva creó al primer hombre.
En la plaza del poblado dos vaqueros se miran a los ojos con las manos en la culata del revólver: el vacío que existe entre ellos es absolutamente creativo; una pareja de adolescentes está a punto de besarse por primera vez: esa mariposa radioactiva que aletea entre sus labios podría levantar una montaña; unos amantes van a pronunciar la palabra maldita que destruirá una larga historia de amor: su silencio incluye la vida y la muerte.
El arte consiste siempre en detenerse.
Fragmento de El vacío de Manuel Vicent
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