miércoles, 2 de diciembre de 2015

LA ESENCIA VELADA DE LA TIERRA


Los pensamientos de la tierra son mis pensamientos. La voz de la tierra es mi voz. Todo lo que pertenece a la tierra me pertenece, Todo lo que rodea a la tierra me rodea. Qué bellísima es, qué bellísima es.
CANTO DE LOS INDIOS NAVAJOS

El axioma hermético "como arriba es abajo" encapsula la idea antigua de que existe una correspondencia de pautas, una analogía, entre el macrocosmos y el microcosmos humano.

Se decía que el ser humano es "un mundo en pequeño" y el gran universo recibió de los gnósticos el nombre de archanthropos, de la Cábala el de Adam Kadmon y de los Upanishads el de purushottama (persona última). 

Los dos términos de la analogía son indefinidos, por lo que, en su lugar, podríamos poner cualquiera de las parejas siguientes: universo/hombre, mundo/persona, mundo interno/mundo externo.

Ahora que se esta celebrando en París, una nueva cumbre mundial para la lucha contra el cambio climático, que tiene como principal objetivo la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera a partir del 2020, y que todos "los poderosos" se encuentran reunidos en torno a esta necesidad, quisiera centrarme en las analogías existentes entre "el mundo" como planeta Tierra o Gaia y el ser humano individual, el organismo vivo o la especie homo sapiens.

En contraste con el pensamiento analítico de las matemáticas y la ciencia, más centrado en las diferencias y en su medición cuantitativa, las visiones del mundo de las culturas chamánicas y asiáticas y de la filosofía occidental hasta la época de Newton y Descartes mostraban un pensamiento analógico basado en similitudes cualitativas de pautas y funciones.

En el Tao Te Ching, por ejemplo, leemos que "la humanidad sigue los caminos de la tierra, la tierra sigue los caminos del cielo, el cielo sigue los caminos del Tao y el Tao sigue los caminos de la naturaleza". La persona, la tierra y el cosmos están modelados los unos con respecto a los otros, se corresponden.

Tampoco es que el pensamiento analógico esté ausente de la ciencia; al contrario, casi todo el mundo admitiría que la analogía o la metáfora desempeñan también su papel en el descubrimiento de las generalizaciones o los principios científicos, que luego se comprueban y convalidan mediante el método hipotético-deductivo.
 No se trata de leyes establecidas a partir de las cuales cabe efectuar predicciones. Antes bien se trata de predicciones intuitivas de la Gestalt, de coincidencias significativas, como denominaba Jung a las sincronías, que pueden conducir a nuevos descubrimientos y opiniones.

La hipótesis Gaia , de Lovelock, constituye la formulación, en el lenguaje de la biología moderna, de las correspondencias que existen en el planeta Tierra o Gaia y un organismo vivo que esté sobre ella. El libro de Theodore Roszak Person/Planet  (Persona/Planeta) examina las implicaciones sociales y culturales de esa analogía: "las necesidades del planeta son las necesidades de la persona".

¿Cuáles son algunas de las analogías estructurales y funcionales que existen entre la persona y el planeta Tierra?

A primera vista tanto la forma como la disparidad de tamaño entre una y otra parece dificultar la visión de sus paralelismos y similitudes. Sin embargo, es evidente que nos componemos de partículas, átomos, moléculas y células, igual que el mundo de la naturaleza viva del que formamos parte.

Nuestra conciencia cotidiana apenas reconoce esta simple verdad, aunque entre los pueblos nativos, incluidos los amerindios, es habitual reconocer en sus plegarias y ritos, la coherencia orgánica y la interrelación de la humanidad con el conjunto de la naturaleza. 
Por otro lado, nosotros somos mamíferos bípedos, con el eje central perpendicular a la tierra, mientras que la Tierra es una esfera giratoria. Sin embargo, las tradiciones esotéricas de Oriente y Occidente nos enseñan que el ser humano posee un campo energético (llamado también "aura") que tiene una forma esférica. Y el campo de energía del planeta es también esférico, como el propio cuerpo planetario.

El campo energético humano y el cuerpo tienen un eje central vertical, un canal central invisible que en el yoga se reconoce como el eje sobre el que se alinean los centros de energía (chakras) y ése es el eje de nuestra simetría bilateral, la izquierda y la derecha. El planeta Tierra tiene también un eje vertical, su eje de rotación, que proporciona el ritmo de alternancia del día y la noche, que afecta a la vida de todos los animales y plantas. Para los taoístas chinos, este ritmo de la luz y la oscuridad, del día y de la noche, constituye el punto de partida del concepto de los polos del yin y el yang.

Los filósofos herméticos medievales solían elaborar tablas de correspondencias de los cuatro elementos: la "tierra" como materia sólida, el "agua" como todos los líquidos, el "aire" como lo gaseoso y el "fuego" como radiación y energía electromagnética (en términos modernos).
Según los filósofos herméticos y la primera visión del mundo de las culturas tribales, estos elementos no sólo son las principales divisiones estructurales del organismo, tanto planetario como personal, sino que son principios vivos, inteligentes y activos que se expresan en muchos niveles y no sólo en el nivel material y físico.
A escala psicológica, el fuego se relaciona metafóricamente con la visión, la percepción y la imaginación. El agua, con los sentimientos y las emociones y con el principio de la solutio (disolución). El aire, con el ámbito de la mente, los pensamientos, la audición y el habla. La tierra, con la consciencia corporal, las sensaciones, el tacto y las pautas de conducta.

Pero los antiguos filósofos de la naturaleza no detenían su analogía en los niveles de la physis y la psikhé. Para ellos, cada elemento era el campo de expresión de un ser espíritu inteligente y consciente con el que el chamán, el alquimista o el mago podían comunicarse. Estos espíritus de los elementos, al igual que otros espíritus comparables asociados a árboles, plantas, ríos, rocas o paisajes, se consideraban a veces como un ente colectivo (hadas del aire, silfos del agua, salamandras del fuego, o gnomos de la tierra), y a veces como en el caso de los amerindios, como una gran diosa o un gran dios: la Madre Tierra, el Padre Cielo o el Hermano Viento, la Abuela Mar Océana, el Abuelo Fuego. También San Francisco escribió el cántico dirigido al Hermano Sol y la Hermana Luna, así como al Hermano Viento, la Hermana Agua, el Hermano Fuego y la Madre Tierra.

Si queremos incluir esta esencia espiritual en nuestra visión del mundo, tenemos que ir más allá del paradigma mecanicista, del que ha hecho gala nuestra cultura occidental y que nos ha llevado a la vorágine de la producción, el consumo, el abuso, la desigualdad y el capitalismo feroz. Tenemos que recuperar el vitalismo, que sostenía que todos los procesos naturales estaban imbuidos de una fuerza vital, el élan vital del que hablaba Bergson, que se hallaba ausente de los materiales sintéticos artificiales. Debemos explorar de nuevo las visiones animistas y panteístas y volver la vista a la antigua metáfora de las culturas primigenias que dicen que la tierra es nuestra Madre. 

¿Será esta cumbre la última oportunidad para despertar la conciencia de que el planeta forma parte de nuestra identidad?






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