jueves, 3 de marzo de 2016

3 DE MARZO


Los hechos

Recuerdo aquel 3 de marzo de 1976, en el que después de una asamblea en el instituto, mi amiga Txiti y yo caminábamos por el Paseo de la Senda cuando la masacre ocurrió.
Habíamos pensado ir al barrio de Zaramaga, a la iglesia donde se celebraba la asamblea, pero nos entretuvimos charlando y riendo como dos adolescentes llenas de pájaros en la cabeza.

Vitoria-Gasteiz sufrió la mayor agresión en su historia contra la clase obrera. Fueron asesinados cinco trabajadores y más de cien heridos como resultado de los disparos de la policía al desalojar una iglesia en la que se celebraba una asamblea de trabajadores en huelga. 

Franco había muerto unos meses antes y en Vitoria-Gasteiz se estaba desarrollando un movimiento huelguístico secundado por varias empresas con reivindicaciones laborales.

Tras dos meses largos de paro y dos días de huelga general apoyada por comercios, estudiantes y la ciudadanía en general, se convocó una asamblea general de trabajadores en la iglesia de San Francisco de Asís del popular barrio de Zaramaga, y fue allí donde los gases lacrimógenos primero, y las balas después, acabaron con la vida de los citados trabajadores e hirieron a un centenar de personas de entre unas cinco mil allí congregadas.

Los sumarios abiertos para esclarecer los hechos después de diversos recorridos por tribunales y juzgados, acabaron en la jurisdicción militar, la cual dictó acto de sobreseimiento por no haber motivos suficientes para acusar de estos hechos criminales a personas determinadas. Tampoco fueron atendidas reclamaciones al Estado por responsabilidad civil.

El funeral

Recuerdo como toda la ciudad estaba presente. El espeso silencio que nos empapaba. Las calles abarrotadas que despedían el paso de los féretros con la señal de la victoria en las manos alzadas.
Recuerdo, después del funeral, la visita a la casa de mi estimada amiga Teresa Alonso, que estaba seriamente enferma, para leerle la emotiva homilía y trasmitirle la turbación de aquel momento. No mucho tiempo después ella nos dejó.

En estos acontecimientos tuvo parte también la iglesia pero con posturas opuestas.
En la homilía, por una parte, el párroco de San Francisco de Asís (lugar de los hechos) dijo que habían abierto sus puertas al pueblo, que lo necesitaba para comunicarse a diario sus trabajos, su lucha y sus angustias y que ese era un lugar de refugio con todo derecho y que servía al ideal de la creación de un mundo justo y fraternal. 

Por otra parte el obispado de Vitoria, aunque no autorizó la entrada policial en la iglesia, tampoco se opuso a la decisión de un gobierno, que apoyándose en el concordato, irrumpió en aquel templo abarrotado de gente.

El obispo de Vitoria fue recibido en el funeral con un estremecedor abucheo. Sin embargo, la homilía, donde se condenaba la represión policial y se exhortaba a la inmediata clarificación de los hechos, fue largamente aplaudida. Se reclamó un acuerdo justo ante el conflicto laboral, como el que buscaban aquellos cuya muerte allí se recordaba.

El concierto

Recuerdo la conmoción que sentí en aquel concierto. Las velas encendidas en señal de unión, de solidaridad. La rabia, las lágrimas, la impotencia, la sangre nos hervía de juventud y de furia.

Lluis Llach y Mikel Laboa convocaron a miles de personas en el pabellón de Mendizorroza dónde celebraron un apoteósico concierto, lleno hasta la bandera, a rebosar de almas heridas y deslumbradas.


La actualidad

El ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz ha homenajeado ésta semana a Lluis Llach por su canción "Campenades a morts"compuesta el día posterior a este suceso, cuya letra denunciaba la impunidad que reinaba en el Estado en aquel momento.

Coincidiendo con este acto de reconocimiento se ha producido paralelamente otro acto. Uno de vandalismo contra la escultura y los monolitos erigidos en memoria de las cinco víctimas de aquella matanza. Los memoriales han aparecido pintados de rojo y amarillo y con una pegatina de la Falange Española.

Hoy escucho de nuevo, después de tanto tiempo, la canción de "Campenades a morts": Assassins de raons i de vides que mai no tingueu repós en cap dels vostres dies i que en la mort us persegueixin les nostres memóries.(Asesinos de razones y de vidas que nunca tengáis reposo en ninguno de vuestros días y que en la muerte os persigan nuestras memorias).

A día de hoy, 40 años después, sigue sin haber ningún reconocimiento de culpabilidad por parte del estado, que fue el responsable de estos criminales hechos. 

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