Hay momentos en la vida que nunca se olvidan. Puede ser cualquier cosa, un juguete de tu niñez, un instante de risas en compañía, el dolor de un amor perdido, el aroma en una almohada después de una noche compartida, una sala de hospital llena de mujeres con vientres vacíos, el mar meciendote en una playa, la agonía de un ser querido antes de partir, el andén de una estación de tren de provincias en una mañana luminosa...
a veces aquél pequeño error que desemboca en un encuentro.
Menos mal que en la vida el misterio, todos los misterios están aún por descifrar, lo que te obliga a seguir aprendiendo, porque la madurez solo intensifica el misterio, nunca lo disminuye.
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