miércoles, 20 de enero de 2016

LA MASSANA: EL SUEÑO DE UN PASTELERO




Barcelona es una ciudad con una reconocida capacidad para las artes visuales, con voluntad de dotarlas de soluciones formales y conceptuales, dentro de la peculiar perspectiva práctica de la cultura catalana en el campo de las artes plásticas y de diseño.

Es, en el soplo de este espíritu, donde debemos enmarcar el nacimiento de La Escuela Massana.

Cuando inicia su andadura el 14 de enero de 1929, lo hace gracias a la herencia donada por testamento, de un acomodado pastelero barcelonés, Agustí Massana, que mostró una generosidad, no sólo económica sino también conceptual, al intuir y apostar por el futuro maridaje entre la industria y el arte: el diseño.

Agustí Massana legó a la ciudad de Barcelona y en representación de ésta a su Ayuntamiento, 500.000 pts. en mil obligaciones de la deuda municipal, según sus palabras "para la creación de una escuela de Bellas Artes aplicadas a la industria y artes suntuarias, en la que, además de admitir a un número de alumnos faltados de todo recurso, se diera oportunidad de estudiar y aprender, por módico estipendio, a los jóvenes obreros y a otras personas dedicadas a especialidades industriales que deseasen una preparación y cultura artísticas".

Así pues, La Massana se inicia conjugando dos principios que hicieron posible el modernismo catalán: la riqueza de los oficios artísticos y la atrevida cultura del proyecto, propia de los arquitectos Gaudí, Domènech i Montaner, Jujol, etc.

Después de los primeros locales, que pronto se mostraron insuficientes dada la demanda que despertó, en 1935 la Escuela se instaló de manera definitiva en el edificio del Antiguo Hospital de la Santa Cruz (bello representante arquitectónico del gótico catalán), convirtiéndose en una institución indisociable del barrio del Raval barcelonés.

El catálogo de especialidades con el que comenzó la Escuela incluía: dorado y arte del retablo, grabado y talla del vidrio, repujado, cincelado y arte del metal, esmalte de arte y pintura decorativa.
La Escuela, remontando etapas económicamente conflictivas, apostó entre los años 1956-1976 por la ampliación de la oferta, añadiendo los murales, la cerámica, la joyería, el vitral, la laca japonesa, la escultura, la pintura, los tapices y el grabado calcográfico, y, en 1963 introduce (por primera vez en la península) el diseño, en una escuela de artes y oficios: diseño de estampados, diseño gráfico, diseño industrial y diseño de interiores.
Entre los años 80-90 se actualizan los planes de estudio, acercando la Escuela a una concepción más unitaria e interconectada entre las distintas ramas artísticas.
 En los 90 se incorporan las especialidades de dibujo y de procedimientos contemporáneos de la imagen. 
En la actualidad se cursa el bachillerato artístico, además de diversas diplomaturas de postgrado en el territorio de las Artes Aplicadas Contemporáneas. 
Encontramos también una amplia oferta de talleres y cursos no reglados en torno al quehacer de las artes y los oficios.

Esta breve revisión histórica nos da cuenta de una característica inherente a esta institución: su voluntad de crecimiento orgánico acorde con los tiempos, y al mismo tiempo, su respeto por el patrimonio pedagógico ya consolidado. Contemporaneidad y tradición conjugadas.

Concebida para actuar contra la crisis, creada en el campo de las Artes Decorativas por la tendencia industrialista de principios del siglo XX, la Escuela Massana se siente muy barcelonesa, tanto por su titularidad como por su carácter conciliador de la historia y de la modernidad, su cosmopolitismo y su origen, ya que fue creada por la iniciativa privada, pero mantenida por la voluntad pública.

Se puede colegir, que ante tal trayectoria, el pastelero Massana esté disfrutando de un dulce sueño eterno. 

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