miércoles, 13 de enero de 2016

¿LO CELEBRAMOS?



Hace dos días que aterricé en Barcelona en plena efervescencia política, ya que se acababa de anunciar el relevo de Artur Mas como president de la Generalitat por Carles Puigdemont, después de que la CUP tras tres meses de negociaciones, resolviese dar su apoyo a la investidura del delfín que el presidente saliente propusiera. 
Además de este primer acuerdo, le ceden a Junts pel Sí, dos de sus diputados y firman una disculpa por su actitud mantenida a lo largo de estos meses asumiéndola "como errores en la beligerancia expresada hacia Junts pel Sí".

La verdad es que todos estos movimientos de correveidile y transfuguismo (o transformismo?) suenan más que a pactos, a compra-venta manipulada y empaquetada para que a la postre se queden los que estaban, a saber, esa derecha nacionalista, la que pactó con la derecha españolista a la hora de hacer los consabidos recortes que padecemos los que pertenecemos a la clase trabajadora. 
En fin, que estarán contentos los votantes de la CUP al comprobar que sus ideales anti-capitalistas se han ido por el sumidero como si de un agua sucia se tratase.

Pero voy a lo que quería comentar.

En Cataluña se está viviendo un importante proceso político desde hace unos años, (probablemente acelerado por los malos acuerdos autonómicos tomados para su pueblo por parte del anterior jefe de la tribu, Jordi Pujol), que se encamina hacia la independencia y hay opiniones e intereses para todos los gustos.

Por un lado están los que creen que los catalanes deben poder elegir  y votar libremente sobre su futuro y por otro lado están los que piensan que no. Los que quieren la independencia y los que no la quieren. De entre los primeros los que desean conocer de antemano en que consistirá esta independencia y los que previamente quieren la independencia y después ya se construirá el tipo de país. Y así podemos seguir dividiendo...
Según como se mire, se podría decir que tenemos un buen follón, acentuado por el panorama jacobino en el que se mueve nuestro actual gobierno.

Sin embargo, a pesar de esta amalgama de opiniones e intereses encontrados, todo el desarrollo del proceso se está viviendo de una manera "pacífica", entendiendo este término por calma, bastante respeto y una considerable dosis de humor, diría yo. 
Por supuesto que ha habido y hay enfrentamientos, malos modales, discusiones acaloradas, salidas de tono, mensajes hirientes en la red, etc, pero...
¿se imaginan este proceso hace tan solo unas décadas? 
¿qué podría haber ocurrido o estar ocurriendo?

A mi juicio aquello de las dos Españas sigue vigente, pero lo que ya no está en vigor es la actitud con la que vivimos esa división y esto si que es un cambio. 
¡Celebrémoslo!

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