miércoles, 6 de enero de 2016

NAVIDAD



"España va bien".¿Recuerdan ustedes el manido eslogan que el señor Aznar farfullaba en su mandato como un pavo real, siempre que tenía ocasión?, bien, pues a tenor de mi experiencia navideña de este año, me atrevería a afirmar que el cacareado eslogan vuelve a estar en vigor.

En el norte y en el sur. 

Visitando Sevilla, esa maravillosa ciudad amasada en el crisol de distintas civilizaciones, tuve la impresión por momentos de que Aníbal y sus huestes se habían de nuevo encarnado y asediaban sin cuartel las múltiples catedrales del consumo que preñaban sus calles y avenidas. Las tabernas, los mercados, las ferias y los belenes estaban tomados por hordas de gentes pululando o haciendo cola para meter el hocico en los distintos saraos y echar aquí o allá el rato de ocio.

Paseando por Vitoria- Gasteiz también en estos días navideños he tenido la misma sensación de catervas de gente yendo y viniendo apresuradamente por el centro de la ciudad, poseídos por el espíritu de la tribu en una ceremonia enfebrecida. 

Son los signos de la navidad. Un ritual que se repite año tras año y del que nos olvidamos en el momento mismo en que se acaba, como si del viaje de una fuerte pócima se tratara, para volver a repetirlo con la misma intensidad y destreza al año siguiente, apenas sin diferencias en los puntos, en las comas y en los acentos.

Es la navidad un animal que lo fagocita todo y lo retiene entre sus fauces como en un cul de sac, hasta el siguiente año, en que vomita de nuevo el empaste, pleno de luz y color, en el seno de estas nuestras vidas ancladas en la repetición del espectáculo. 

Este año, quizás más que otros, me ha parecido que se reflejaba en el ambiente lo que aquel decía de "España va bien"; parece que necesitábamos creerlo y que en ese tiempo de ilusión (en el sentido literal de la palabra) que preconiza la navidad, nos lo creemos y nos echamos a la calle a saquear los espacios públicos hasta obtener el botín.

La guinda del pastel la ponen esos tres reyes magos venidos de oriente (un oriente idealizado, sin atisbo de conflicto) que nos regresa a esa patria perdida de la infancia, a esa caverna de Platón reflejo de ideales y refugio de realidades.

Ya se acaba la fiesta, aunque no la tradición, y el próximo diciembre volveremos al rito como seres que somos, apegados al mito y a la representación.

Feliz año.

4 comentarios:

  1. Eres como la voz de mi conciencia, Concha. Así es, como dices, la Felicidad y la Paz a golpe de decreto, de magia barata, de hilos de marionetas en este occidente de mierda. Porque me pregunto ¿dónde está la JUSTICIA en esos deseos tan manidos de estos días? Sin justicia no hay paz ni hay nada, así que empecemos por ahí ¿o no?
    Los magos; las Magas, el Rey negro a base de brochazo o el de pura verdad. Los artículos se han sucedido en estos días al hilo de la tradición... Y se les ha visto el plumero a muchos mandatarios; en realidad no era un tema tan banal como parecía. Siempre me he preguntado quiénes fueron esos señores o si existieron pero lo digo aquí que nadie me conoce porque sería un ANATEMA para mucha gente. Dejo para otro día la locura consumista. Somos como aves de rapiña que corren despavoridas tras la presa.
    En fin Concha ¿qué te voy a decir? Que sigas escribiendo y dando qué hablar.
    Un abrazo y un año subversivo, a poder ser.
    Rosa

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    1. Muchas gracias Rosa. Espero que efectivamente este sea un año también subversivo que ya tenemos edad para ello.
      Un fuerte abrazo

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