Veo caer la tarde en los tejados.
Aquella tarde era ya oscura. No había prendas colgadas en los edificios. La humedad las había rescatado.
Estás tendida en la cama, todavía habitada, la lengua seca por el aire. Un líquido pardo se resbala por la comisura de tus labios. Entro sin saber dónde apoyarme y me siento en el borde.
Te hablo sin esperar respuesta. Algo espero, algún gesto; no, ya no hay gestos, un signo, una señal, una arritmia en la respiración.
Qué piel tan fina, todavía tibia, cubierta de sombras. Háblame, dime una cosa más, dime que sí, dime que me perdonas, que no recuerdas las ofensas.
Exprimo el pañuelo mojado en las comisuras de tus labios. ¿Por qué ahora?, ¿por qué no antes?.
Ahora que ha llegado el tiempo en el que podría, ha pasado el tiempo en el que pude...
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