Vivir en una ciudad grande tiene ventajas.
Una de ellas, en mi opinión, es la del anonimato.
Yo siempre me he sentido más libre en las épocas en las que he residido en grandes ciudades: Dublin, Londres, Nueva York, Barcelona...
...y por otra parte ¿cómo llegar a toda la oferta que despliegan?
Me refiero a exposiciones, conferencias, cine, teatro, presentaciones, conciertos...cuando hay varios que te interesan a la vez.
¿Nunca han experimentado ustedes ese desasosiego que produce el entrar a una librería y anhelar haber leído todos los libros que allí se encuentran?
¿O pasear por las calles repletas de restaurantes, colmados, pastelerías y mercados, y querer probar todos los platos y productos a la vez?
Ahora que estoy de nuevo en Barcelona me doy cuenta de la
inquietud que puede provocar el deseo de abarcarlo todo y a su vez la consciencia de la imposibilidad de este deseo.
También ocurre con Internet y la indigestión informativa que la red nos crea a diario.
Parece ser parte del dilema humano: tener que elegir unas cosas sobre otras cuando se quieren varias a la vez.
La demanda de la ubicuidad, a la vez y en todas partes. Y es bien sabido que el don de la ubicuidad sólo mora en Dios.
¿O será acaso que ser dioses sea nuestra íntima y humana aspiración?
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