La industria de la restauración (vocablo acuñado recientemente en referencia a la cocina) se ha convertido en este momento en tema de interés nacional. Lo confirman el creciente interés turístico por la gastronomía, la oferta imparable del sector, las guías especializadas en restaurantes, las webs enfocadas al asunto, la ingente cantidad de programas televisivos dedicados a tales menesteres...todo muy fashion.
No hace mucho, comiendo en un
restaurante de moda, de esos que salen en las guías, repleto de
camareras y camareros hipsters de última generación, a la hora de servir, confundieron un
postre deconstruido de castañas por otro también deconstruido de
limón, y cuando íbamos a la mitad de saborear la deconstrucción, y
sin tampoco habiéndonos percatado del error (con tamaña
deconstrucción se hacía difícil distinguir sabores), uno de los más
hipsters del local, nos arrancó el plato (una especie de fiambrera hermética)
de la mesa de malas maneras, para, al tiempo, traernos lo pedido, del mismo modo,
deconstruido.
deconstruido.
En
fin, todo un ritual de prisas, idas y venidas y energía en exceso, protagonizada por jóvenes "colocados" pero no situados (y
seguramente mal pagados), que arruinan cualquier pacífica sobremesa al ya
aturdido comensal.
Esa quizás es la clave y la finalidad que se persigue: consuma slow food rodeado de ruido, música machacona y a todo volumen a fast speed, y váyase cuanto antes porque tenemos otro turno que hacer.
Esa quizás es la clave y la finalidad que se persigue: consuma slow food rodeado de ruido, música machacona y a todo volumen a fast speed, y váyase cuanto antes porque tenemos otro turno que hacer.
Esto ocurrió en el sur y se repitió en el norte, en mi ciudad, unos días después, en un local de parecidas características, reseñado en las guías, donde en medio del espacioso comedor, tienen una mesa mezcladora de música, a la cual, a cada rato, se acercaba un rumboso camarero para subir el volumen de un ruido tecno-pachanga que nos zumbaba dentro de la cabeza como si de un tambor interno se tratara y que nos hacía imposible cualquier atisbo de comunicación.
Lamentablemente confunden el comer con el ir de discoteca.
No son restaurantes baratos, no hablo de Mc Donals, ni tampoco de tascas de barrio. Son restaurantes muy cool, reseñados como digo, en guías para turistas catalogados.
Debo entonar el mea culpa por acudir a estos templos de la modernidad sin cálculo ni previsión. En el primer caso como turista mal aconsejada y en el segundo como ciudadana despistada. No tengo cuerpo ni edad. Ni mal gusto.
En fin, he aprendido la (e)lección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario